jueves

Gonzalo Farfán:

“Algún día todo el mundo se va a empinchar y no van a grabar nada”


En una vieja casona de la avenida Reducto en Miraflores, Gonzalo Farfán, vocalista de Inyectores, la banda punk de más existo en la escena local actual, se sienta frente a su lap top en un cuarto completamente rojo y ahogado de posters de música. Hay dos guitarras en el piso, una eléctrica y otra acústica. Parece que estuvieran así siempre, que ese es su lugar. Parece que la música rodea a Gonzalo de manera natural.

Gonzalo Farfán estaba destinado a ser músico. Hijo de padre fanático de los Beatles y madre apasionada por los Rollins Stones, creció en un ambiente lleno de música, pero sobre todo, lleno de Rock and Roll.

“Mi primer acercamiento con la música fue como fan y a manera de “chongo” con los vecinos de mi barrio empezamos a tocar con baldes y cosas que encontrábamos. Pero oficialmente empecé en quinto de media, a los 17 años”.

Fue a esa edad que Gonzalo, junto a amigos del colegio, decidió formar su primera banda de rock a pesar de que nadie en la banda sabía tocar aún.

“Habíamos ido a aun ensayo de una banda llamada MASACRE y al día siguiente fuimos a una casa de ensayo que quedaba en La Victoria. Primero formamos la banda y luego aprendimos a tocar. Un día fuimos a una casa de ensayos que quedaba en La Victoria. Ahí nos pusimos a “Jammear” un poco. Nos vaciló y dijimos para formar la banda que se llamó Autopsia. Todo fue muy rápido”.

Eso fue en octubre de 1984. Autopsia duró cerca de un año y llegaron a producir un demo que se popularizó en el mundo punk limeño. Para 1985, aprovechando una corriente muy fuerte de ese género musical, nació G3, formado por Gabriel Bellido, Guillermo Figueroa y Gonzalo Farfán.

“Con G3 empezamos a ensayar más seguido. Hicimos un demo en el 87, después de dos años de formados, y empezamos a mandarlo a contactos que teníamos afuera. No había Internet, ni el formato digital de ahora, así que lo que hacíamos era mandarlo por correo a gente que intercambiaba música por todo el mundo.”, cuenta Farfán con ojos de nostalgia y sonrisa de añoranza.

Luego de grabar cinco discos con G3, hacer giras por Chile y Argentina. Tocar en el décimo aniversario de Ataque 77 en el “Estadio de Ferrro” y ganar muchos fanáticos dentro y fuera del país, la banda se desintegró.

“Después de 14 años, Guillermo decidió irse a España porque quería estudiar allá. Nos sorprendió a todos. Fue muy rápido, no teníamos idea de que iba a pasar eso. Pensamos en reempezarlo hasta que venga. Pero Felipe Villarán, quien se había integrado a G3 hacía unos años, dijo que ya no sería lo mismo y se quitó para hacer “Fuckin Sombreros” y quedamos Gabriel y yo que hicimos “Inyectores”. Sin embargo, sucedió que a los seis meses regresó Guillermo y nos encontró cada uno con su banda. Si hubiéramos sabido que regresaba tal vez podríamos haber seguido como G3”.

Esta nueva etapa le permitió seguir haciendo la música que le gustaba junto a Gabriel Bellido y Gerardo Rojas, amigo de ambos. Sin embargo, Farfán reconoce que es duro empezar una nueva banda.

“Es difícil porque tienes que acostumbrarte a las personas con las que trabajas . Es como una familia. Te has acostumbras a las mañas y las idioteces de cada uno. Pero depende con quien trabajes. Hay gente problemática y gente fácil para trabajar. Yo trato de hacer las bandas, no con los mejores músicos, sino gente que sean mis amigos”.

Gonzalo Farfán puede presumir que se parece a Superman. Ha pasado una gran parte de su vida repartiéndose en dos mundos: de día: un tranquilo y sereno empleado de banco con saco y corbata. De noche: un cantante apasionado por el punk, el rock y los ensayos.

“Todos los de la banda, y en otras bandas también, tienen miembros con otras carreras, porque acá vivir solo de tu música es fregado. Hay abogados, mecánicos, ingenieros, diseñadores, fotógrafos. Y todos trabajando fuera de la banda. Yo he estado 17 años trabajando de terno y corbata. Pero, este año hemos formado un estudio de grabación y ahora me dedico a eso, a producir a nuevas bandas”.

Lamentablemente, la pasión y dedicación por la música no son suficientes sino se les acompaña de apoyo. Ni las radios, ni las municipalidades, ni el gobierno ayudan, opina Gonzalo, en fomentar el desarrollo de la música punk en nuestro país.

“Acá hay un montón de bandas, tantas como en el extranjero. Pero allá tienes más locales, acá quieres hacer un concierto en un local privado o municipal, y los primeros que te ponen trabas es la Municipalidad. Constantemente en conciertos donde hemos tocado llegan los de serenazgo. Incluso, teniendo permiso de Defensa Civil, de la municipalidad, igual. Desalientan, en vez de alentar la música local”, sostiene con una voz indignada.

Estos problemas para la difusión han provocado un efecto contradictorio. Nuestros artistas se sienten más apreciados fuera de su país.

“Me siento más apreciado en otros países. Afuera nuestra música da vueltas en las radios. Hemos pensado en irnos a vivir a otro lado, como muchos ya se han ido. Pero nosotros nos identificamos con lo que hemos empezado, soy parte de las personas que empezamos a formar esta escena. Sentiría que abandonamos lo que comenzamos”.

No obstante, el vocalista de Inyectores tiene muy claro qué temas puede soportar y cuales no. Y, uno de los que nunca podrá soportar es el de la piratería.

“Acá es al revés, en cualquier parte del mundo un músico gana por sus conciertos y la venta de discos, pero acá la piratería ha tirado los precios al piso. Tanto que apenas recuperas tu inversión y una minucia para ver si puedes invertir otro disco o pagar los gastos de la banda”.

Esta situación, tan crítica, ha llevado a algunas bandas a colgar su música en páginas webs. Hartas de que les roben su música, prefieren regalarla.

“Hay bandas que ya se tiraron al abandono. Antes que me roben te regalo mi música. Algún día todo el mundo se va a empinchar y no van a grabar nada. Y ya hay bandas que no graban y solo hacen conciertos”.

Pero la música no solo se ve afectada por la piratería, sino también por agentes que no deberían influirla.
Sucede que en nuestro país existen tantos casos de fraudes con tarjetas de crédito, que ahora Gonzalo ya no puede comprar los discos que antes compraba por Internet.

“Antes compraba por internet. Encontré una tienda que vendía todo lo relacionado al punk y mensualmente comparaba 1 o 2 discos. Pero ahora ya no puedo, ya no aceptan tarjetas de crédito del Perú porque hay mucho fraude. Tratas de comprar y te sale el mensaje que su país no está calificado para aceptar tarjetas de crédito por la cantidad de fraudes cometidos. El peruano es muy sapo para la pendejada, no le gusta construir sino aprovecharse. Así vivimos”.

Así vive Gonzalo Farfán. Inmerso en un mundo que trata de devorarlo, que trata de consumirlo y que espera que en algún momento se de por vencido. Pero, aunque tenga problemas para organizar conciertos. Aunque las municipalidades lo tengan entre ceja y ceja. Aunque ya no pueda comprar los discos que le gustan. Y a pesar de que existe la piratería, Gonzalo recupera energías y vocación cada vez que toca su guitarra