martes

¿Quieres estar conmigo?

En Cinema Paraiso, Totó, el protagonista, es un chico de 15 años. Totó al no poder articular sus sentimientos en palabras, decide pararse frente a la casa de su amada y soportar noche tras noche lluvia inclemente y frío inhumano. Al principio ella no quería saber nada de él, pero terminó rindiéndose y enamorándose al ver la voluntad de Totó. Así de difícil es declararse.

Miedo. Pánico. Vulnerabilidad. Fragilidad. Asfixia. Ansiedad. Pudor. Y más. Declararse dispara los sentimientos más insufribles. Todos a la vez. Es una escena llena de sudores, nerviosismos y tembladeras. Puedo pararme frente a cámaras y dirigirme a millones de personas. Puedo hablar en público con voz firme. Incluso, puedo entrevistar a un presidente sin tartamudear. Pero no. Por favor, no. No me pidan que me declare.

La primera vez que le declaré mi amor a una chica estábamos en la calle. Era de noche. Caminábamos frente a un parque. No la miraba. Ella hablaba sobre algo que no recuerdo y esperé a que se calle para decírselo. Lo hice tan rápido que no me entendió. Es decir, mis palabras salieron tan de golpe y tan tropemente que fueron indescifrables. Ella me dijo “¿Que?” y no tuve más remedio que volver a decirlo todo. De memoria y tartamudeando.

Claro que existen otras formas menos angustiantes de declararse, pero que son un poco cobardes. Escribir una carta. De inmediato recuerdo Ya no puedo esperar (Can´t hardly wait), un film nada especial excepto por que el protagonista no tiene el valor de declararse y decide escribir una carta y entregársela a Jennifer Love Hewitt. Al final ella le corresponde y bla bla bla, final de Hollywood.

A veces quisiera tener mi propio final de Hollywood. Ser como Freddy Prince Junior en She´s all that. “Te conocí antes de conocerme a mi mismo”. O, incluso como Jerry Maguire. “You complete me”. Y solo para escuchar, al final de toda mi verborrea: “Shut up. Just shut up. You had me at hello”.

viernes

No a la heterofobia

Debo empezar diciendo que no soy gay, que tengo amigos homosexuales y que me es indiferente con quien se acuesta, besa, ríe, goza, conversa, folla, llora, baila y vive la gente. Dicho esto, quiero señalar que se cocina una heterofobia, por así decirlo.

Creo que nadie debería tener privilegios. Ni las mayorías, ni las minorías. De un tiempo a esta parte, la comunidad gay, ante cualquier fallo desfavorable o que simplemente no le guste o convenga, levanta la bandera del Tahuantinsuyo y grita ¡HOMOFOBIA!

Creo. No. No creo. Estoy seguro que la homosexualidad fue discriminada y se atentó mucho contra los homosexuales en tiempos pasados. Sin embargo, ya no creo que hoy suceda lo mismo.

No digo que todo sea color rosa (color muy apropiado para este tema), pero, indudablemente, la mente de las personas ha evolucionado. Incluso la palabra “cabro” ya no hace referencia al homosexual (se usa más para señalar al cobarde). Los escritores, periodistas, actores, cantantes, profesionales de cualquier índole que no provengan de la religión, pueden gritar a los cuatro vientos que son homosexuales y elevan su popularidad. Las películas incluyen más personajes gay que antes y el público no le toma importancia. Las series de TV tienen protagonistas gay. Los dibujos animados tienen personajes gay. En fin, admitámoslo, ser gay (o por lo menos bisexual) está de moda.

Siento que existe una hipersensibilidad gay que actúa en contra de la misma comunidad llamada de “ambiente” y la deja mal parada. Una muestra son los últimos reclamos por el cierre de las discotecas gay.
Downtown está debajo de un edificio. ¡Joder! ¿Es tan difícil entender que la gente quiere dormir sin escuchar bulla? No importa si la bulla es gay o straight. Bulla es bulla y sueño es sueño. En situaciones extremas, considero el derecho a dormir es más necesario que el de bailar.

Creo que se han mal acostumbrado. Les gustó la cámara de televisión, los titulares en primera plana. La publicidad gratuita la tuvieron siempre. Gritar discriminación, muchas veces con justicia, y levantar una bandera les resultó fácil.

Si los homosexuales desean ser tratados con equidad e igualdad es momento que empiecen a renunciar a aquello que en antaño sirvió para abolir prejuicios y discriminación, por ejemplo el Día del orgullo gay. Yo no me siento orgulloso de ser heterosexual, simplemente lo soy. Mientras más especiales se sientan, más señalados serán.