sábado

Torturadores por naturaleza



Sucede que a veces nos torturamos. Puede ser de manera conciente o inconciente pero lo hacemos. Es nuestra condición humana la que nos obliga y terminamos acatándolo. Buscamos el dolor, el padecimiento. No solo somos masoquistas, somos promotores, representantes y auspiciadotes oficiales de nuestro propio sufrimiento.

Las autoflagelaciones a las que nos sometemos por amor o capricho son alucinadas. Sabemos que esa persona nos hizo daño. Sabemos, también, que nos hizo sufrir. Conocemos, además, que muchas de las cosas las hizo adrede. Pero ahí estamos, fieles al castigo y soportando.

Nos torturamos por presiones sociales. Preferimos el visto bueno de los demás antes que el propio y eso nos hace infelices. Complacer antes de complacernos es la llave de la infelicidad. Nos amoldamos a esquemas y patrones que a veces no nos gustan.

Nos torturamos por beber demasiado. Estamos concientes de lo mal que nos sentiremos pero no importa. Incluso antes de salir de casa pensamos en meternos ‘la bomba’. NO interesa el dolor de cabeza ni las nauseas del día siguiente. Nos torturamos a largo plazo.

Nos torturamos por dinero. Existen personas que lo único que les gusta de su trabajo es cobrar el cheque a fin de mes. Trabajar en algo que disgusta puede ser soportable al principio, pero luego terminamos odiando ese trabajo y finalmente, terminamos odiándonos a nosotros mismos.

Nos torturamos cuando elegimos. Sabemos que ese hombre robó. Sabemos que mintió y que escapó. Sabemos de lo mal que gobernó. Sabemos de sus defectos y falencias, pero aun así lo elegimos. Nos torturamos por convicción.

Tal vez sea porque el sufrimiento que nos producimos es menos doloroso que el que nos puede ocasionar otras personas y nos sirve de entrenamiento y preparación. No lo sé. Pero el hombre busca el dolor, aunque lo ignore.

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