miércoles

¿Confíanza?

—Sé que te prometí la libertad —le dijo El Maestro con un deje de
amargura en la voz—, pero teniendo en cuenta las circunstancias, es lo mejor que puedo hacer.

Volvió a sentir la quemazón en la garganta y se agarró al volante.
Se llevó la otra mano al cuello y notó que el vómito le subía por la
tráquea. Emitió un grito apagado, tan débil que no se oyó fuera del
coche. De pronto entendió por qué el coñac estaba salado.

«¡Me ha envenenado!»

De El Código Da Vinci, de Dan Brown

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