martes

Epifanía




- No te vayas
- ……

El pedido era casi una orden.
Se había alejado poco, apenas unos centímetros de su cuerpo desnudo. Quería irse. Quería salir corriendo, no importaba si salía mal vestida o descalza. Necesitaba salir de ahí. Era en todo lo que pensaba.


Estaba de rodillas en la cama, casi a un paso de levantarse por completo. “No te vayas”, eso le había dicho. ¿Cómo no irse luego de retomar el control? Luego de liberarse de esa pasión que había fundido su cuerpo con otro hasta hace solo unos minutos. No. Quería irse, desaparecer. Pero no lo hizo. Se quedó arrodillada, mirando esos ojos secarse con la brisa nocturna que entraba por la ventana. Presionó sus labios fuertemente como si no quisiera dejar escapar palabra alguna. Sus senos lucían orgullosos y altaneros bajo una línea de luz que contrastaba salvajemente con la oscuridad de la habitación. Sus brazos estaban caídos, muertos, inertes, inexpresivos al igual que su rostro.

“No te vayas”. Sí. Eso le había dicho. Esas tres palabras habían sido suficientes para volver a dominar su voluntad. Después de lo sucedido había retomado conciencia, se había rescatado a sí misma de es ardor carnal y cegador que había experimentado. Y pensaba huir. Huir como se aleja un criminal. Como vuela una paloma miedosa y torpe.

Tal vez hasta ese momento pensaba que todo se debía a un rato de locura. A una aventura sin importancia que trataría de recordar como un error de copas y calentura en unos años. Siempre le había parecido graciosa la idea. No es que nunca hubiera pensado en la posibilidad, pero nunca le había dado importancia. Creía que si llegaba a suceder se levantaría de la cama, fresca y desenvuelta. Como si nada hubiera pasado.

Pero no. Ya no pensaba que todo era tan fácil. Ahora estaba creyendo, cada segundo con más intensidad, que todo lo que había sucedido fue con total aceptación y conciencia. Ahora creía o empezaba a creer que sus actos nunca estuvieron reñidos con sus verdaderos deseos.

“Sus verdaderos deseos”. ¿Qué deseaba? ¿Era eso lo que quería? ¿Ese cuerpo? ¿Esos besos y esas manos? No podía evitar pensar que su vida cambiaría. Que tal vez pasaría momentos terribles, pero también de los otros. Pensaba en que todas las historias de amor están hechas de lo mismo. Que el dolor como el placer tiene ingredientes parecidos y que solo los diferencian pequeños detalles. Pequeños pero vitales. Pensaba que solo el amor fantasioso, escrito sin experimentar, podía tener la receta que se inventa una y otra vez para llegar a ser perfecta.

Pero ella no quería la perfección. Quería, ahora lo sabía, amar y ser amada. Con todos los conflictos que ello implica. Con todas las ventajas y desventajas. Con todo, absolutamente todo, lo que amenaza a los amantes que se atreven a ser felices. Y con todo lo que se les promete a los jóvenes e inexpertos enamorados. Seguía sin moverse, desnuda. De rodillas sobre la cama, mientras pensaba todo eso.


- “No te vayas”, volvió a decir.
- “No me iré, nunca me iré”, respondió.

Y diciendo eso se volvió a recostar en la cama, besó los labios de su amante como si quisiera marcarlos con los suyos y se quedó dormida.



2 comentarios:

Jen dijo...

a mi nunca me hacen caso cuando digo eso :'( buaaaa

Daniel dijo...

Pero felizmente hay ersonas a las que no es necesario pedirselo para que se queden