sábado

Sus labios


Ella había estado saboreando un dulce.

Él, de pronto, vio sus labios untados de azúcar.

Se desesperó.

Quedó prendido de esa imagen.

Ella no se había dado cuenta y hablaba con una naturalidad sofocante.

Hizo el intento de desviar la mirada pero no pudo.

Sus ojos volvían a esos labios untados de azúcar.

“Dios es sádico”, pensó.

Luego de varios minutos, la escena era imposible de soportar.

Esos dos labios, revestidos de esa forma, eran tan bellos y seductores que le empezó a doler, a asfixiar.

Moriría feliz de diabetes ahora mismo, pensó.

Sobrevivió cuanto pudo.

Un segundo después se lo dijo.

Ella limpió su boca como si nada hubiera pasado.

Y él rogó en silencio para que ella vuelva a comer aquel dulce.

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