miércoles

Pedazos de verdad

Declaro culpable al cristianismo, formulo contra la Iglesia cristiana la acusación más terrible que ha sido formulada jamás por acusador alguno. Se me aparece como la corrupción más grande que pueda concebirse; ha optado por la máxima corrupción posible.

La Iglesia cristiana ha contagiado su corrupción a todas las cosas; ha hecho de todo valor un sin valor, de toda verdad una mentira y de toda probidad una falsía de alma. ¡Como para hablarme de sus beneficios “humanitarios”! Abolir un apremio, cualquiera que fuese, era necesario a su más fundamental conveniencia; vivía ella de apremios; creaba ella apremios para perpetuarse...

¡Con el gusano roedor del pecado, por ejemplo, la Iglesia ha obsesionado a la humanidad! La “igualdad de las almas ante Dios”, esa patraña, este pretexto para las rancunes de todos los hombres de mentalidad vil, este concepto-explosivo que por último se ha traducido en revolución, idea moderna y principio de decadencia de todo el orden social, es simplemente dinamita cristiana... ¡Beneficios “humanitarios” del cristianismo! ¡Se ha desarrollado de la humanitas una contradicción intrínseca, un arte de la autoviolación, una voluntad de mentira a cualquier precio, una aversión y desprecio hacia todos los instintos buenos y decentes! ¡Vaya unos beneficios del cristianismo!

El parasitismo es la práctica exclusiva de la Iglesia; con su ideal de anemia, de “santidad”, chupa toda sangre, todo amor, toda esperanza en la vida; el más allá como voluntad de negación de toda realidad; la cruz como signo de la conspiración más solapada que se ha dado jamás, contra la salud, la belleza, la plenitud, la valentía, el espíritu y la bondad del alma; contra la misma vida...

Esta acusación eterna contra el cristianismo la quiero escribir en todas las paredes; yo tengo un alfabeto aun para los ciegos... Llamo al cristiano la gran maldición, la gran corrupción soterrada, el gran instinto de la venganza para el cual ningún medio es bastante pérfido, furtivo, subrepticio y mezquino; le llama, en resumen, el borrón inmortal de la humanidad.¡Y eso que he tornado como punto de partida de la cronología el dies nefastus en que comenzó esta fatalidad, el primer día del cristianismo! , como punto de partida el último, ¿el de hoy? ¡La transmutación de todos los valores! ...

Fin de “EL ANTICRISTO” de Friedrich Nietzsche

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